Escocismo en pensamiento y acción
CARTA ABIERTA DEL SUPREMO CONSEJO MASÓNICO DE ESPAÑA
Muy Queridas Hermanas y Hermanos,
Queridas Conciudadanas y Conciudadanos:
En estos momentos de confinación e incertidumbre, y en muchos casos de sufrimiento familiar y sacrificio profesional, el Supremo Consejo Masónico de España desea comenzar estas líneas enviando un sentido mensaje de esperanza y solidaridad a todos los conciudadanos y conciudadanas, sean masones o no.
El virus SARS-CoV-19 recorre el mundo dejando tras él una estela de muerte y crisis socioeconómica. Desde la aparición de los primeros casos en Wuhan hasta el día de hoy, la cobertura mediática global -que incluye datos incorrectos, mentiras descaradas, post-verdades, “fake news”, bulos y otras distorsiones de la realidad- ha sido exhaustiva. Si se analizan y sopesan las informaciones contrastadas que van apareciendo, el panorama es desolador allá por donde se mire. En el ámbito económico, las restricciones sociales que -en mayor o menor grado- se han impuesto mundialmente para frenar la propagación de la pandemia, han dado y están dando lugar a una depuración del modelo financiero-especulativo, modelo que ha sido una constante durante los primeros años de este siglo. ¿Podemos aventurar a estas alturas qué nuevo panorama económico devendrá?
Algunos indicios plausibles van apareciendo:
- El nuevo protagonismo que va a adquirir el Estado, impensable en los planteamientos neoliberales de los últimos tiempos.
- La reversión de la deslocalización industrial que tuvo lugar hacia otros países, devolviendo a los lugares de origen aquella parte de la producción considerada estratégica y que pueda ser robotizada o no sea demasiado intensiva en mano de obra. Los primeros sectores en experimentarla podrían ser el farmacéutico, la automoción o algunos subsectores de las telecomunicaciones. Aunque aún no está claro, algo similar ocurrirá en el sector servicios.
- Se ha roto la cadena de suministros global y nos encontramos ante un escenario de oferta potencialmente excesiva frente a una demanda por completo incierta. Hay que buscar, ante unos vectores que señalan empobrecimiento y mayor desigualdad, un nuevo equilibrio, que muy posiblemente se dirija hacia una menor producción de bienes con alto valor añadido (p. ej. automoción), frente al aumento en la producción de bienes tangibles con menor valor añadido.
- La progresiva desaparición de las finanzas tradicionales, traspasándose sus funciones minoristas a las grandes empresas de venta/distribución, que pueden medir en tiempo real la concesión de créditos en función de la capacidad (monitorizada digitalmente) de compra.
Sin caer en sensacionalismos periodísticos, se podrían resumir que éstos y otros muchos síntomas parece indicar un nuevo tránsito del capitalismo: al igual que se transformó de industrial a financiero-especulativo, ahora lo está haciendo hacia un “capitalismo de los tangibles”.
Valgan estas inevitables pinceladas economicistas para dibujar un telón de fondo realista sobre el que podemos plantearnos una pregunta crucial y más cercana a las preocupaciones masónicas:
¿Qué derroteros está tomando la crisis social? Un factor importante aparece en cuanto analizamos estadísticamente el origen: la pandemia. El número de fallecimientos a que ha dado lugar no permite clasificarla al mismo nivel de mortalidad que otras plagas históricas. En órdenes de magnitud, parecería que no se vaya a diferenciar mucho de algunas epidemias de gripe recientes. Si consultamos los datos de la epidemia de gripe en España correspondiente a la temporada 2017-2018, cuando hubo que hacer frente a dos cepas distintas (gripes B y A), encontramos que tuvimos 800.000 casos, 52.000 ingresados y 15.000 muertes.
La diferencia crucial entre la morbilidad de ambas epidemias estriba en que hizo falta una temporada entera de gripe para alcanzar estos números, que ahora han sido superados por el SARS-CoV-19 tan sólo en un par de meses.
Para evitar un desarrollo exponencial de la pandemia se ha recurrido al confinamiento, con las consecuencias económicas que ello conlleva. De ahí que, en algunos países, donde el mal llamado liberalismo campa a sus anchas, optaran inicialmente por la “inmunidad de grupo” … y que sobrevivieran los más fuertes, máxime cuando el virus se ceba en las franjas de edad superiores a los 70 años, con más del 80% de los fallecidos. Pero vista la rapidez de expansión y la facilidad de contagio que tiene esta pandemia, finalmente tuvieron que optar por modelos mixtos de confinamiento suave + inmunidad de grupo.
Estas “soluciones darwinianas” merecen el rechazo sin paliativos de la masonería, pues su “descuento” de los enfermos, viejos, etnias específicas, opciones sexuales, etc. es incompatible con nuestro humanismo ilustrado, principios éticos y comportamientos morales y, choca frontalmente, con nuestras ideas-guía, la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Los modelos mixtos de confinamiento suave los encontramos también en otros países y en otros contextos políticos, pero éstos supieron reaccionar con rapidez siguiendo una estrategia de detección y aislamiento de los focos de contagio.
Fijémonos en los modelos de confinamiento “duro”, como el de España. A la hora de escribir estas líneas, parece que tan sólo faltan unos días para que comiencen a suavizarse algunos aspectos del confinamiento, en particular en lo que se refiere a los niños en “edad pediátrica”.
¿Qué sociedad nos espera un par de semanas más adelante cuando se reanuden los colegios, los padres vuelvan a sus trabajos presenciales o telemáticos (si los siguen manteniendo) y se ponga en marcha otra vez el tejido económico, en particular el creado por la pequeña y mediana empresa?
Sin caer en el futurismo o la ciencia-ficción, la pregunta tiene un profundo sentido masónico, pues es así como nuestra Orden, en su devenir histórico, siempre ha tenido muy en cuenta su pasado y sus tradiciones, se ha involucrado en las acciones que exija el presente social y ha reflexionado sobre el futuro progreso de la Humanidad. El futuro, planteárnoslo, es parte ineludible del acervo masónico, al querer proyectarnos mediante nuestras acciones e ideas-fuerza hacía una utopía realizable.
Busquemos de nuevo indicios socioeconómicos, esta vez relevantes para nuestro futuro a corto plazo: - Parece inevitable un incremento del desempleo, con recuperación muy lenta dado el hundimiento de los sectores de automoción, ocio, turismo y -aunque aquí los datos son contradictorios- la construcción.
- Igualmente, el empobrecimiento generalizado de las clases sociales, en particular de la clase media “clásica”, excluyendo -claro está- a las elites extractivas.
- El Estado necesitará niveles de endeudamiento aún más elevados que los que ahora se están manejando. Se convertirá, incluso para los ideólogos del ultraliberalismo, en un instrumento indispensable para:
a) Capitalizar –inicialmente- el nuevo tejido productivo.
b) Establecer una red básica de soportes sociales y sanitarios que eviten cualquier estallido social. - Probablemente la incidencia tan desigual que está teniendo la pandemia según Autonomías derive también en impactos sociales diferenciados por regiones. No sería de extrañar que, como consecuencia, aparezca una movilidad laboral entre Autonomías, buscando mejores condiciones de trabajo.
¿Es posible inferir consecuencias sociales a partir del comportamiento ejemplar que está mostrando la ciudadanía durante el período de confinamiento?
En principio, podemos considerar tres vertientes de actividad social básica en el confinamiento de pequeños grupos: la convivencia familiar forzosa, las relaciones de proximidad presencial (por ejemplo, entre vecinos) y las mantenidas mediante las redes sociales. Evidentemente, la convivencia familiar desaparece en los casos de personas solas o grupos de personas sin relación familiar. Pero, para todos ellos, de la resultante de las vertientes de actividad posibles dependerá la calidad de vida y el bienestar emocional que experimentemos durante el confinamiento, condicionando nuestro comportamiento al suavizarse y finalizar.
Acerca de las consecuencias que conlleva una convivencia familiar forzosa, todavía no se dispone de datos mínimamente homogéneos, pues entran factores tan diversos como el contacto permanente y desacostumbrado con los
hijos, la probabilidad de divorcio (que está demostrado crece habitualmente en septiembre), la convivencia con un maltratador o con un drogadicto, etc.
Llegados aquí, no vamos a seguir abundando en las posibles consecuencias del aislamiento forzado y sí plantearnos el papel activo que puede y debe desarrollar la masonería en estos contextos más o menos probables. En el esquema que hemos ido desarrollando, la masonería puede incidir:
a) De manera muy puntual, haciéndose presente y potenciando las relaciones de proximidad presencial.
b) Integrándose en los distintos foros de debate profanos (sensatos) que están apareciendo en las redes sociales.
c) Potenciando nuestros propios foros de debate virtual, que en ningún caso podrán sustituir los trabajos que hubieran tenido lugar en las Tenidas, pero que hunden sus raíces en los orígenes de la masonería especulativa, en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XVII, con sus cafés, sus “pubs”, sus clubs, etc. No en vano fue esta masonería una muy activa promotora de lo que más tarde se dio en llamar “espacio público” presencial.
No, no es posible trasplantar una Tenida al soporte de Skype, pero sí vernos y debatir sobre un abanico de temas, quizás más amplio, menos formal y socialmente más complejo de los que propondríamos en una presentación en logia. Y, si no es debatir, siempre podremos estudiar, aprender sobre la historia de nuestra Orden y escuchar a quien le corresponda explicar en cada Grado.
d) Tomando parte activa en las actividades solidarias que vayan apareciendo en la sociedad, implicándonos tanto a nivel individual, como de trabajo voluntario e institucional y realizando las donaciones que permita nuestra, desgraciadamente, exigua Tesorería. Esto es, practicando la Solidaridad y la Fraternidad, que han de manifestarse siempre mediante la acción social, máxime en tiempos de crisis.
La masonería no debe hacer proselitismo, en tiempos de crisis debe dar ejemplo.
Y en tiempos de crisis a menudo sobran las palabras y faltan los hechos. Hermanas y Hermanos, que cuando vaya remitiendo la pandemia podamos decirnos: “Me he comportado como un masón ante mi espejo y ante los demás”.
Queridas Hermanas y Hermanos, conciudadanas y conciudadanos, el Supremo Consejo Masónico de España quiere hacer patente su convencimiento de que todos sabremos afrontar este desafío de futuro con entereza y que, al final, se impondrán los valores de solidaridad y humanismo tan necesarios para superar las secuelas de esta crisis.
Recibid un sincero abrazo fraternal de todos los miembros de este Supremo Consejo.
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