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Recuerdo Fúnebre de Enrique Tierno, 33º
En las pasadas Grandes Tenidas de otoño celebradas el 6 de noviembre de 2021 en el zenit de Barcino, en Gran Logia Capitular de Perfección se rindió homenaje al Muy Ilustre y Poderoso Hermano Enrique Tierno Pérez-Relaño, 33º Primer Teniente Gran Comendador del Supremo Consejo Masónico de España.
El M.·.I.·.P.·. Hermano Joan-Francesc Pont Clemente, 33º Soberano Gran Comendador de Honor, evoco el recuerdo del Hermano cuya pérdida lloramos.
Muy Ilustre y Poderoso Soberano Gran Comendador, , Venerables Hermanos, que nos hemos reunido hoy en esta Sublime Gran Logia Capitular de Otoño, para buscar a nuestro Primer Teniente Gran Comendador perdido y descubrir que no era un accidente la razón por la que su sitial estaba vacío, que le hemos perdido, pero que le recordaremos siempre. Bien Amado Hermano Enrique, en efecto, tu recuerdo jamás se borrará de nuestros corazones para que pervivan los lazos estrechos que nos han hecho cultivar la fraternidad, como un modo de vivir juntos que va más allá de las formas y que nace de lo más íntimo de cada uno de nosotros. Que no se proclama, sino que se percibe. Hemos acudido al ritual, para recordar a Enrique, que se nos fue por una senda clara y nos dice, con el poeta, hacedme un duelo de labores y esperanzas, sed buenos y no más, sed lo que he sido entre vosotros: alma. Vivid, la vida sigue, los muertos mueren y las sombras pasan; lleva quien deja y vive el que ha vivido. ¡Yunques, sonad; enmudeced, ¡campanas!
Sé bueno… me decía Enrique con su sonrisa entre irónica y maliciosa, cuando nos despedíamos después de uno de nuestros almuerzos de los viernes en el Tritón, tras haber recorrido el presente, evocado el pasado y hasta vislumbrado el futuro, esto último con una mezcla del optimismo tamizado por el realismo y del pesimismo que nos dejó un día para la reflexión Manuel Marín con el título de su charla en la Logia de Perfección ‘General Prim’ sobre “todo puede ir aún peor”.
Las palabras, el verso entero, que no reitero por conocido, escritas por nuestro Hermano Machado en Baeza el 21 de febrero de 1915 en homenaje a nuestro Hermano Francisco Giner de los Ríos, parecen pensadas para el mensaje de despedida que nos habrías dado de permitirlo las circunstancias. Por eso hoy, no resuenan las campanas y nos comprometemos a que lo hagan los yunques, símbolo del trabajo por un mundo mejor. Antes de conocerte no sabía que nuestro encuentro me haría descubrir el siglo XVII europeo como inspiración de tantas cosas que resultan ser hoy todavía asignaturas pendientes.
Para repasar el XVII y llegar hasta hoy hemos tenido que compartir muchas horas de interminables charlas. También, momentos memorables como aquel viaje con Karin y contigo, con Isabel y Santi Castellà, y con Patrícia, en donde, antes de llegar a cada puerto, nos resumías las virtudes y los defectos de la ciudad que íbamos a visitar y nos anunciabas el nombre del restaurante que habías reservado. O la ceremonia de decapado de una botella de Oporto en aquel lugar de Madrid próximo a vuestra casa. O vuestra hospitalidad en el restaurado pabellón de la piscina. O tu descubrimiento de lugares de Barcelona que yo jamás había pisado.
Aquel día, a punto de finalizar la primera década del siglo, me presentaron a Enrique Tierno, en la sobremesa del Banquete del Solsticio de Verano de las logias del Espacio Masónico de España en Madrid, concurrido y animado. Es casi un tópico decir que recordé a su padre y a las veces en que había tenido el honor de verle, empezando por su conferencia en el Colegio de Abogados de Barcelona en 1976 y el meeting del Palacio de los Deportes durante la campaña electoral del año siguiente, el 6 de junio, una fecha que anoté en mi dietario. En aquellas dos ocasiones, encontré entre los asistentes a compañeros y amigos que sentían la misma admiración que yo por el profesor, aunque nunca hubiéramos hablado de ello. Mi segundo encuentro con Enrique fue en el Ateneo de Madrid, en otoño, y ya hablamos como si nos conociéramos de siempre, con fluidez y sinceridad, compartiendo acuerdos, formulando dudas y gestionando algunos desacuerdos, que siempre acababan, tras un día o dos, en nuevas coincidencias. Así iba a ser durante los once años transcurridos desde entonces, lo que incluye aquel verano de 2016 en el que le visité en Madrid para consultarle una cuestión personal. Me llevó al parque Tierno Galván, nos sentamos en una terraza, me escuchó y se negó a darme su opinión. Me dio, sin embargo, la mejor de las respuestas y el mejor de los consejos, al modo de un verdadero librepensador. Me explicó cuáles eran las preguntas que debía formularme a mí mismo, para que las respuestas me sugirieran el camino que tomar. Tiempo después le di las gracias por el consejo y reaccionó muy rápidamente: yo nunca te he dado un consejo. He de reconocer que no le entendí enseguida, pero que luego, cavilando en mi hotel, mientras veía bajar el nivel del whisky sin hielo en el vaso, sonreí al comprender lo certero de su respuesta.
Descubrí también entonces el amor infinito de Enrique por Karin. La generosidad de Enrique incluyó presentarme a sus dos mejores amigos, José María Luzón y Antonio Rovira. Recuerdo una visita al anochecer al museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con José María y una tarde de conversación y aprendizaje en casa de Antonio, un espacio casi igual de mágico y acogedor que el museo. Y luego, otros encuentros, siempre atractivos e interesantes, hasta éste de hoy, en el que Enrique no está y es su ausencia la que nos convoca y no lleva a rebelarnos contra ella y desear con todas nuestras fuerzas que su recuerdo sea eviterno.
Hemos comentado entre los Hermanos los trazos que le describen como conversador sabio y como amigo fiel y hemos comprendido algo más sobre que su independencia de criterio giraba alrededor de su admirable capacidad para captar los matices. Cuando estamos tan ciegos como para no percibir la gradación de los colores o las tonalidades cambiantes de cuanto nos rodea, no hacemos más que contribuir a la barbarie. El progreso se halla siempre en los matices, cuya riqueza permite el diálogo, la seducción y el acuerdo. Enrique has sido, eres, un maestro de los matices. Esto te hacía incomprendido, para algunos necios, pero despertaba el pensamiento libre en quienes sabían escucharte. Te juzgaron algunos que no habían entendido la profundidad del mensaje de Mateo, que hiciste tuyo: nolite judicare ut non judicemini.
El humanismo de Enrique Tierno no confunde la tolerancia con la laxitud y por tanto, no incurre nunca en el oxímoron de la tolerancia cero. La tolerancia, vivida y concebida por ti, como una virtud pública, es el esfuerzo por reducir el ámbito de los desacuerdos y, por tanto, el desarrollo de una arquitectura de límites en la que todos tengan espacio porque nadie pretende y a nadie se le permite ocupar la Ciudad en exclusiva. La laxitud es una degeneración de la conducta tendente a conllevar lo inaceptable. Nunca fue la laxitud una tentación para ti y lo demostraste, entre otros temas, en tu insobornable combate contra la corrupción.
El humanismo de Enrique late con su corazón a la izquierda. En 1996 realiza una radiografía de la derecha española, a la vez que vincula cultura y socialismo ante los vientos electorales. Es un hombre de izquierdas mucho más que un hombre de partido y vive la política como la forma de influir en la sociedad y no como un medio de vida. Enrique, en mi opinión, aspira a persuadir y no a mandar y por eso el abanico de sus relaciones personales no está aherrojado por las cadenas que habitualmente reducen la autonomía de las personas. No obstante, nunca dejó de contribuir a la creación de nuevas ideas que pudieran ayudar a la gobernanza del Partido Socialista.
Enrique es un hijo de la Ilustración, lo que le llevó con naturalidad a ingresar el 4 de febrero de 2014 en la Real Academia Europea de Doctores. Le respondió Anna M. Gil Lafuente. En la Academia pronunció los discursos de contestación del Hermano Ramón Salas y el mío propio, navegando sin dificultad entre la Geología y la Fiscalidad, y fue el padrino del Hermano Santiago Castellà, habiendo desarrollado durante un quinquenio una notable actividad académica que tuvo como vértices las ciudades de Estocolmo y de Roma. El humanismo de Enrique se plasmaba en un concepto típicamente erasmista, el amor a la humanidad. El proyecto de Erasmo consistía en forjar una república espiritual constituida por las personas más cultas de la Europa de su tiempo, cuyo nexo de unión sería el amor al conocimiento bajo la égida de la fuerza de la razón para superar las contradicciones y las diferencias. Como Giner de los Ríos y como el profesor Tierno Galván, Enrique es erasmista y descubre los males de España en que la Contrarreforma hubiera convertido a nuestro país en una muda esfinge cerrada a la Modernidad. Hereda de la Institución Libre de Enseñanza la fuerza para combatir aquel destino que algunos creen fatal y que otros, con Enrique, pensamos que es soslayable para abrir las mentes a la concepción de una España cervantina, alegre, culta, policéntrica, intercultural, federal y consciente de la riqueza de su diversidad.
El humanismo y la Ilustración conducen también a Enrique a la Francmasonería, dado que ésta se inscribe en el combate por la república del pensamiento de Erasmo y en la colocación del Amor en el centro de su universo etiológico, de un Amor que no se sitúa en el ámbito de la Teología, sino que emana de la Filosofía. Enrique descubre que la Francmasonería es una actitud abierta al conocimiento del otro, una militancia universalista y una forma de búsqueda de la sabiduría que no repele el hallazgo de opiniones discrepantes. Al contrario, halla en la discrepancia una fuente de inspiración. Iniciado en la Respetable Logia Arte Real n.º 44, en el Oriente de Madrid, participó en numerosas Tenidas de la Respetable Logia Logos n.º 53 en el Oriente de Palma de Mallorca y vivió sus últimos años de logia azul en Ciencia y Libertad n.º 82 de Barcelona, ocupando el oficio de Orador. En el Supremo Consejo se inició como Maestro Secreto en Madrid, en los demás grados de perfección en Mallorca, en los grados capitulares y en los del Areópago en Barcelona, hasta alcanzar el Supremo Consejo del Grado 33º y último del Rito en 2017. Los años que compartimos en el trabajo masónico de Mallorca serán siempre imborrables.
A veces, se define la Francmasonería como una posada española, que para los franceses sería el lugar en el que uno no halla más que lo que lleva. Roger Leveder propuso una interpretación más plena: uno halla lo que los otros han dejado. Y no puedo por menos que decir que los francmasones españoles hemos hallado y hallaremos en las logias un enorme legado de Enrique, resumible en su amor a la humanidad, que describía en dos memorables trabajos en Ciencia y Libertad, uno sobre Las Confesiones del 25 de septiembre de 2018, y otro sobre Evolución y Conciencia, el 28 de mayo de 2019. El amor a la humanidad se plasma en el servicio a la Ciudad, en un sistema político orientado no a la coerción sobre los seres humanos, sino a su emancipación.
El trabajo de Enrique en la Francmasonería ha sido ímprobo, y desde el mes de mayo de 2017 hasta el pasado día 3 de septiembre ha sido, como sabéis, como acabamos de evocar en el ritual, el Primer Teniente Gran Comendador del Supremo Consejo Masónico de España. Los francmasones españoles no le olvidaremos nunca, como no olvidaremos su mirada franca y sus disquisiciones brillantes que enriquecían nuestra sociabilidad fraternal.
Ajeno al mundo del WhatsApp, Enrique escribe un breve correo electrónico, el 2 de marzo de 2021: estoy entrando en la cuarta edad, y otro el 25 de mayo, evocando al Conde de Romanones: Estoy en Madrid, ¡vaya tropa! y el 19 de julio: si no te importa, te llamo en cuanto me pueda arrastrar bastón en ristre y recuperamos nuestras conspiraciones. Un mes antes, el 17 de junio, habíamos almorzado, fraternalmente, en el Tritón Enrique Tierno, el Gran Maestre de la GLSE, Xavier Molina, y yo. Uno de los temas fue la gestión del legado de la Biblioteca Arús y la colaboración recibida de nuestros Hermanos Maribel Giner y Josep Brunet. Evocamos también el homenaje a su padre organizado por la Federación de Barcelona del PSC el 29 de abril bajo el título “Tierno Galván, més que mai un referent”.
La tradición masónica atribuye a la tenida fúnebre el significado de un juicio del fallecido a cargo de sus Hermanos, un juicio sobre el conjunto de su vida. Voy a ensayar un veredicto, con la ayuda del propio enjuiciado. En una ocasión, en 2011, Enrique usó una frase del Julio César de Shakespere para referirse a su padre. Permitidme que hoy haga como él y se la tome prestada al inglés universal para definir a Enrique Tierno Pérez-Relaño, para resumir nuestro juicio sobre él, cuando constatamos con dolor que ya no responde a nuestras llamadas. Su vida fue noble y de tal naturaleza que bien puede decirse a todo el mundo: éste fue un hombre.